De apenas veinte centímetros de altura, estas discretas luminarias de porcelana se conciben como una sencilla curva que, abierta por la cúspide, deja escapar destellos de su propia luz interior. Un sensor de vibración les hará despertar allí donde hay movimiento y actividad; la agradable impresión de un objeto aparentemente vivo frente a la más que habitual predominancia de lo inerte y oscuro en la casa.