En una de las estancias interiores de una vivienda particular ubicada sobre el Mediterráneo, se ubica esta escueta intervención en la que se guarda y protege una importante colección privada de vinos. De este modo, y por indicación expresa de su propietario, la obra se concibe aquí desde el inicio como una pieza única que además de alojar algunas de las botellas más exclusivas del mundo, debía servir también como lugar de reunión y cata para no más de media docena de personas.